La entrada de Japón en las negociaciones sobre libre comercio plantea retos para el sector automovilístico
El anuncio del primer ministro japonés, Shinzo Abe, de que Japón se unirá a las negociaciones sobre el Acuerdo Transpacífico de Cooperación Económica (TPP) plantea posibles retos para el sector automovilístico estadounidense. Junto con la entrada de Canadá y México en octubre de 2012, la decisión podría transformar el TPP en un importante pacto comercial que abarque algunas de las mayores economías de la cuenca del Pacífico. Sin embargo, los resultados para las empresas estadounidenses aún son inciertos. Dado que los legisladores japoneses presionan para mantener las protecciones para ciertos productores nacionales, es posible que los exportadores automovilísticos estadounidenses solo vean cambios modestos en términos de acceso al mercado y una mayor igualdad de condiciones.
El TPP representa actualmente uno de los elementos más importantes de la agenda de promoción comercial de Estados Unidos. Las partes que participan en las negociaciones son Australia, Brunei, Canadá, Chile, Malasia, México, Nueva Zelanda, Perú, Singapur, Estados Unidos y Vietnam. En conjunto, estas economías representan el 8,6 % del comercio mundial y casi el 40 % del PIB mundial. Con Colombia, Costa Rica, Laos, Filipinas, Taiwán y Tailandia también mostrando su interés, el TPP podría acabar convirtiéndose en un Acuerdo de Libre Comercio de Asia-Pacífico (FTAAP), lo que abriría aún más los mercados para los exportadores estadounidenses.
El TPP también tiene una dimensión estratégica, que refleja el llamado «giro» de la Administración Obama, que ha dejado atrás los prolongados conflictos en Oriente Medio para centrarse en una mayor implicación política y económica en la región Asia-Pacífico. Con China ampliando su propia influencia económica en África y América Latina, y con la ronda de negociaciones comerciales de Doha de la Organización Mundial del Comercio ahora moribunda, el TPP marca un esfuerzo más amplio por revitalizar las alianzas existentes de Estados Unidos y reactivar la agenda comercial mundial.
La agenda del primer ministro Abe revela motivaciones similares. En declaraciones a la televisión nacional el viernes pasado, describió la adhesión al TPP comola «última oportunidad»de Japón para hacer crecer su economía introvertida y «permanecer en el centro del siglo Asia-Pacífico». Un reciente documento político del Partido Liberal Democrático (PLD), actualmente en el poder, se hacía eco de temas similares, argumentando que la liberalización del comercio permitirá a Japón beneficiarse del crecimiento económico asiático, al tiempo que refuerza sus lazos con Estados Unidos y otros aliados clave.
Sin embargo, la reacción de los parlamentarios japoneses ha sido mixta. Ante la fuerte oposición de poderosos grupos de interés nacionales, el PLD también ha adoptado una serie de condiciones de negociación destinadas a preservar las protecciones existentes en los sectores agrícola y de seguros. Estas medidas se consideran en general como un preludio de las elecciones de julio de 2013 para la Cámara de Consejeros, la cámara alta de la Dieta japonesa. Dado que el PLD se encuentra actualmente en minoría, es posible que el partido de Abe no esté dispuesto a respaldar el tipo de reformas que alejarían a su propia base electoral rural.
Presiones similares también podrían surgir del sector automovilístico japonés, donde una amplia constelación de barreras no arancelarias al comercio (BNAC) limita el acceso al mercado estadounidense. Según una reciente declaración del representante comercial interino de Estados Unidos, Demetrios Marantis, funcionarios estadounidenses y japoneses llevan más de un año negociando estas y otras cuestiones delicadas. Aunque el contenido de esas conversaciones aún no se ha hecho público, algunos informes indican que Tokio y Washington ya han acordado un acuerdo provisional que permitiría a Japón mantener sus actuales BNT a cambio de preservar los aranceles estadounidenses actuales sobre los automóviles japoneses durante los próximos diez años.
El compromiso en estas cuestiones puede tener sentido, dadas las presiones internas a ambos lados del Pacífico. Aplazar las concesiones controvertidas hasta después de la implementación del TPP daría al primer ministro Abe margen para abordar cuestiones agrícolas más polémicas. También podría mitigar las críticas del Congreso de los Estados Unidos, incluida la preocupación por las barreras no arancelarias japonesas y las posibles reducciones de los aranceles vigentes. Con la próxima ronda de negociaciones del TPP prevista para mayo en Lima (Perú), los fabricantes y proveedores del sector automovilístico harían bien en estar atentos a cualquier cambio en las posiciones negociadoras de las partes.