El Tribunal Supremo ha dictado hoy su sentencia sobre uno de los casos más importantes relacionados con la Ley de Reclamaciones Falsas (FCA) que ha examinado en los últimos años. En los casos consolidados de Estados Unidos ex rel. Schutte et al. contra SuperValu Inc., et al. y Estados Unidos ex rel. Proctor contra Safeway, Inc., ambos del Séptimo Circuito, el Tribunal Supremo analizó el requisito de scienter (conocimiento) de la FCA, examinando específicamente la relevancia de la comprensión subjetiva del demandado de una interpretación objetivamente razonable de una norma o reglamento ambiguo. El Tribunal revocó ambos casos, sosteniendo que «el elemento de scienter de la FCA se refiere al conocimiento y las creencias subjetivas del demandado, y no a lo que una persona objetivamente razonable podría haber sabido o creído».
Al llegar a su decisión, el Tribunal discrepó con el Séptimo Circuito y con otras sentencias judiciales que sostenían que un demandado no podía presentar una reclamación falsa si: (a) existía una interpretación objetivamente razonable (aunque incorrecta) de los requisitos legales aplicables y, según dicha interpretación, la reclamación no se consideraría falsa; y si (b) no existía una orientación suficientemente autorizada que advirtiera al demandante de que no debía adoptar dicha interpretación. En Schutte, el Séptimo Circuito permitió que la interpretación razonable del demandado invalidara la intención dolosa sin exigir pruebas de que el demandado realmente creyera que su interpretación era correcta en el momento de la supuesta conducta indebida. Otros cinco tribunales de apelación de circuito estuvieron de acuerdo. Los partidarios de Schutte señalaron que las regulaciones sanitarias suelen ser confusas y complejas y que, sin un enfoque de «razonabilidad objetiva», los demandados pueden enfrentarse injustamente a las cuantiosas indemnizaciones y sanciones triples de la FCA, incluso cuando hayan interpretado de forma razonable (aunque errónea) una ley ambigua.
Durante la vista oral, el abogado de los demandados argumentó además que revocar la sentencia Schutte podría obligar a los demandados a renunciar al privilegio abogado-cliente para demostrar su comprensión subjetiva y contemporánea de la norma o reglamento en cuestión. Al considerar los aspectos prácticos de revocar la decisión, el presidente del Tribunal Supremo Roberts y los jueces Alito y Kavanaugh parecieron compartir la preocupación de exigir a un demandado que creyera haber seleccionado la «mejor» interpretación de una ley para evitar la responsabilidad en virtud de la FCA, incluso cuando pudiera haber múltiples interpretaciones objetivamente razonables.
Otros cuatro jueces —Jackson, Kagan, Gorsuch y Sotomayor— parecieron considerar que el caso era más sencillo, y se limitaron a plantear la cuestión de si las pruebas de intención subjetiva son relevantes a la hora de evaluar la premeditación en virtud de la FCA, en lugar de abordar cualquier circunstancia en la que el acusado considerara y seleccionara entre múltiples interpretaciones.
Al fallar 9-0 a favor del relator, el Tribunal se centró únicamente en el estado mental del demandante individual al presentar la demanda, dictaminando que un demandado puede infringir deliberadamente la FCA independientemente de lo complejo, confuso o ambiguo que sea el criterio jurídico subyacente (en este caso, «precios habituales y acostumbrados»). Es importante destacar que, según la opinión del Tribunal, cuando un demandante sabía que existía un riesgo sustancial e injustificable de que sus reclamaciones pudieran ser falsas (basándose en la ambigüedad de la agencia) y, aun así, presentó una reclamación, se da el requisito de scienter, independientemente de la ambigüedad legal y de la interpretación que cualquier otra persona razonable pueda hacer del mismo lenguaje. En resumen, el Tribunal sostuvo que la interpretación y la creencia del demandado en el momento de la transmisión de las reclamaciones es el factor más relevante para el conocimiento.
Tras esta sentencia crítica, la mejor práctica para las empresas, especialmente aquellas que se mueven en el complejo panorama normativo sanitario, es crear registros contemporáneos y no privilegiados sobre la base de su interpretación de cualquier norma o reglamento potencialmente ambiguo. Además, dada la posibilidad de que existan enfoques contradictorios o contrapuestos en diferentes niveles de una empresa, y los riesgos de que se impute el conocimiento a una entidad de forma colectiva, las empresas deben esforzarse por emitir y documentar directrices para toda la empresa con el fin de garantizar la uniformidad en el enfoque. Las auditorías de cumplimiento rutinarias son otra práctica recomendada.